Hola amiguitos, una vez más me encuentro en sus pantallas para (tratar de) alegrarles el día, qué digo el día, ¡la semana entera!, o por lo menos me doy por bien servido si es que les puedo hacer más llevadero el lunes.
En primer lugar debo decirles que por segunda semana consecutiva no tengo reseña de videojuegos, pero me encuentro contento, porque ya compré mi copia de Gears of War 2, y no lo hice por miedo a quedarme sin juego el día de salida, sino por miedo a que lo quieran vender a un precio ridículo el día de lanzamiento (lo cual sí puede acontecer) dado los movimientos tan locos que ha tenido el peso en la semana pasada… lo cual me recordó un pasaje interesante de mi vida, ahora verás, sería por ahí de finales de los años noventas, yo era joven e inexperto así como podría decir que mamón y pendejo, pero bueno, el caso era que por aquél entonces, los juegos de la consola Neo Geo eran particularmente caros (500 o 600 pesos) en comparación de los de súper nintendo (200 o 300 pesos), sucediendo además, que en esos días en verdad deseaba con locura desmedida adquirir un cartucho (ahh la simple palabra cartucho inunda de nostalgia mi corazón) del juego Samurai Showdown 2, precisamente para el Neo Geo, pero era simplemente difícil poder comprar uno juntando mis domingos, así que ya pensaba yo la manera de chantajear a mis padres para que me lo compraran, (qué se yo, decirles que tenía ideas suicidas que sólo se curarían jugando algo nuevo, o decirles que si no me compraban el jueguito, me mataría dejando de respirar, como alguna vez lo hizo Chabelo en una película con el Borras, Chatanuga y María Victoria), pero afortunadamente para mí, la solución llegó, como caída del cielo. Acudimos a una fiesta de quince años, y una niña que estaba en la fiesta, se le ocurrió la estúpida idea de que yo le parecía guapo (en realidad creo que estaba loca por mi, y hasta el día de hoy no sé que droga se metía) el punto es que, la niña (cuyo nombre no recuerdo, de verdad) se armó de valor y me invitó a bailar (y los que me conocen saben que hay dos cosas que simplemente no puedo hacer en esta vida, que son bailar y dejar de poner comentarios aislados en paréntesis, pero bueno, sólo soy un humano). El punto es que es la chica me preguntó si quería bailar, a lo cual yo contesté con un certero y convencido NO. Yo sé que era muuuuy mamila e imbécil, ahora sé que los estragos que pude haber marcado en la vida de esa niña, al haberle negado una fiesta de baile pudieron ir de una gama de posibilidades que rayan en haberla convertido en lesbiana, hasta transformarla en una psicópata que agarrara un rifle francotirador y me estuviera acechando desde una torre… sin embargo, una servilleta caída del cielo (o más bien entregada por un mesero) evitó que la niña padeciera de un trágico futuro a la vez que me proporcionó una luz de esperanza y alegría que no he sentido desde… pues desde esos quince años. La servilleta decía algo como: “si quieres tu juego, baila con la niña” escrito con la característica caligrafía de mi padre… pues resulta que de alguna manera mi papá ya se había dado cuenta de que la chica esta me había invitado a bailar y yo le dije que no (porque no me gustaba ni ella ni bailar, para ser sincero) pero, al ver la servilleta con esa invitación, la cual, hasta ahora no sé si lo hizo mi padre por ayudar a la pobrecita chica que se veía desolada, o bien para darme de corazón un juego que sabía perfectamente que me moría por tener, o quizá, sólo quizá, porque sabía que en algún momento del tiempo, se tenía que escribir un blogg en domingo, sin tema que contar, y esta historia me salvaría de no entregar nada en esta fecha, lo que provocaría una reacción negativa del maldito y tan auto proclamado ministro en jefe, que tendría repercusiones de proporciones bíblicas en la historia de la humanidad. Sea cual sea el caso, yo esbocé una sonrisa, me levanté de mi silla, me fajé bien la camisa y que me lanzo por mi gorda (literalmente) enamorada, la cual aceptó bailar conmigo, nos acercamos a la pista de baile y… la verdad no sé que canción bailamos, pero estoy seguro que sea cual sea la canción, lo hice del nabo, tanto, que la niña dejó de buscarme… para bien (de los dos, creo yo)
A la mañana siguiente, mi padre, no podía dar crédito de dos cosas, la primera, mi sofocante insistencia para ir a comprar el bendito juego que con tanto esfuerzo y sacrificio me había ganado, y la segunda, el exagerado precio del mismo (para ese entonces, evidentemente), porque lo primero que me dijeron en pericoapa al llegar y preguntar por el juego fue: “¿sabes que subió el dólar, verdad?” a lo que yo, creo, contesté que sí (y la verdad es que no tenía ni idea, yo sólo sabía que tenía un vale andante por un juego a mi lado) el precio fue de mil doscientos pesos, seguro mi padre se arrepintió de haberme mandado la servilleta… pero creo que ahora entiendo la lección que mi viejo me quería enseñar esa noche: aparta tus juegos, no vayan a subir de precio, no seas buey como tu padre.
De la chica, no volvía a saber nada, el juego me entretuvo mucho tiempo en realidad, pero como todo, deja de servir y ahora ni sé en dónde está, de hecho ahora hay versiones descargables para las tres plataformas caseras a precios convenientes (150 pesos, más o menos), pero la lección que aprendí ese fin de semana, creo que la valoraré por toda la vida. Sin embargo, cada que veo un puntito rojo, como de mirilla laser moviéndose en los cines, volteo con cierto miedo, buscando una gorda, pero decidida chica, en vestido de fiesta de quince años, apuntándome al final de la sala.
En primer lugar debo decirles que por segunda semana consecutiva no tengo reseña de videojuegos, pero me encuentro contento, porque ya compré mi copia de Gears of War 2, y no lo hice por miedo a quedarme sin juego el día de salida, sino por miedo a que lo quieran vender a un precio ridículo el día de lanzamiento (lo cual sí puede acontecer) dado los movimientos tan locos que ha tenido el peso en la semana pasada… lo cual me recordó un pasaje interesante de mi vida, ahora verás, sería por ahí de finales de los años noventas, yo era joven e inexperto así como podría decir que mamón y pendejo, pero bueno, el caso era que por aquél entonces, los juegos de la consola Neo Geo eran particularmente caros (500 o 600 pesos) en comparación de los de súper nintendo (200 o 300 pesos), sucediendo además, que en esos días en verdad deseaba con locura desmedida adquirir un cartucho (ahh la simple palabra cartucho inunda de nostalgia mi corazón) del juego Samurai Showdown 2, precisamente para el Neo Geo, pero era simplemente difícil poder comprar uno juntando mis domingos, así que ya pensaba yo la manera de chantajear a mis padres para que me lo compraran, (qué se yo, decirles que tenía ideas suicidas que sólo se curarían jugando algo nuevo, o decirles que si no me compraban el jueguito, me mataría dejando de respirar, como alguna vez lo hizo Chabelo en una película con el Borras, Chatanuga y María Victoria), pero afortunadamente para mí, la solución llegó, como caída del cielo. Acudimos a una fiesta de quince años, y una niña que estaba en la fiesta, se le ocurrió la estúpida idea de que yo le parecía guapo (en realidad creo que estaba loca por mi, y hasta el día de hoy no sé que droga se metía) el punto es que, la niña (cuyo nombre no recuerdo, de verdad) se armó de valor y me invitó a bailar (y los que me conocen saben que hay dos cosas que simplemente no puedo hacer en esta vida, que son bailar y dejar de poner comentarios aislados en paréntesis, pero bueno, sólo soy un humano). El punto es que es la chica me preguntó si quería bailar, a lo cual yo contesté con un certero y convencido NO. Yo sé que era muuuuy mamila e imbécil, ahora sé que los estragos que pude haber marcado en la vida de esa niña, al haberle negado una fiesta de baile pudieron ir de una gama de posibilidades que rayan en haberla convertido en lesbiana, hasta transformarla en una psicópata que agarrara un rifle francotirador y me estuviera acechando desde una torre… sin embargo, una servilleta caída del cielo (o más bien entregada por un mesero) evitó que la niña padeciera de un trágico futuro a la vez que me proporcionó una luz de esperanza y alegría que no he sentido desde… pues desde esos quince años. La servilleta decía algo como: “si quieres tu juego, baila con la niña” escrito con la característica caligrafía de mi padre… pues resulta que de alguna manera mi papá ya se había dado cuenta de que la chica esta me había invitado a bailar y yo le dije que no (porque no me gustaba ni ella ni bailar, para ser sincero) pero, al ver la servilleta con esa invitación, la cual, hasta ahora no sé si lo hizo mi padre por ayudar a la pobrecita chica que se veía desolada, o bien para darme de corazón un juego que sabía perfectamente que me moría por tener, o quizá, sólo quizá, porque sabía que en algún momento del tiempo, se tenía que escribir un blogg en domingo, sin tema que contar, y esta historia me salvaría de no entregar nada en esta fecha, lo que provocaría una reacción negativa del maldito y tan auto proclamado ministro en jefe, que tendría repercusiones de proporciones bíblicas en la historia de la humanidad. Sea cual sea el caso, yo esbocé una sonrisa, me levanté de mi silla, me fajé bien la camisa y que me lanzo por mi gorda (literalmente) enamorada, la cual aceptó bailar conmigo, nos acercamos a la pista de baile y… la verdad no sé que canción bailamos, pero estoy seguro que sea cual sea la canción, lo hice del nabo, tanto, que la niña dejó de buscarme… para bien (de los dos, creo yo)
A la mañana siguiente, mi padre, no podía dar crédito de dos cosas, la primera, mi sofocante insistencia para ir a comprar el bendito juego que con tanto esfuerzo y sacrificio me había ganado, y la segunda, el exagerado precio del mismo (para ese entonces, evidentemente), porque lo primero que me dijeron en pericoapa al llegar y preguntar por el juego fue: “¿sabes que subió el dólar, verdad?” a lo que yo, creo, contesté que sí (y la verdad es que no tenía ni idea, yo sólo sabía que tenía un vale andante por un juego a mi lado) el precio fue de mil doscientos pesos, seguro mi padre se arrepintió de haberme mandado la servilleta… pero creo que ahora entiendo la lección que mi viejo me quería enseñar esa noche: aparta tus juegos, no vayan a subir de precio, no seas buey como tu padre.
De la chica, no volvía a saber nada, el juego me entretuvo mucho tiempo en realidad, pero como todo, deja de servir y ahora ni sé en dónde está, de hecho ahora hay versiones descargables para las tres plataformas caseras a precios convenientes (150 pesos, más o menos), pero la lección que aprendí ese fin de semana, creo que la valoraré por toda la vida. Sin embargo, cada que veo un puntito rojo, como de mirilla laser moviéndose en los cines, volteo con cierto miedo, buscando una gorda, pero decidida chica, en vestido de fiesta de quince años, apuntándome al final de la sala.
6 comentarios:
Cuando grabamos el podcast?
saludos
No no no no! no mames señor ministro (porque usted si es un ministro, no como ese que se autoproclama como no solo un ministro, sino ministro en jefe)
Se ha anotado un soberano 10! como siempre!!
jajajajajaja no mames! se me ocurrio leerlo en junta y jajajaja no pude evitar el esbozar una sonrisa! jajajajajajaja porque pues me tuve que contener la carcajada!!
Lo que si me dejo una lección: Hoy mismo voy por mi copia de Gears!
saludos y...
cuando grabamos el podcast!!??
Soberbio! Simplemente soberbio!
Luis, tu viejo es un sabio!
Me parece buena idea de juntarnos los 3 con Mike para grabarlo, no?
A mi me parece bien que nos juntemos los domingos para grabar el podcast, pero cuando se pueda el viernes, pos el viernes!, saludos y que bueno que les gustó mi experiencia de vida jeje. (Luis)
hahahahaha esta buena la historia, y para rematar la foto de abajo hahahaha pero yo insisto...ya estoy en el DF, vayamos al clásico!
Perfecto!
Me avisan si este viernes o este domingo, para ir preparando la camara o el micro, dependiendo si será videopodcast o solo de audio, o fotopodcast, como ustedes prefieran
saludos
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